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14/03/2014

Lo difícil es trabajar para el que pide etiquetas bonitas

Vestir de etiqueta las etiquetas. Ese es el cometido del estudio de diseño Marta Lojo ubicado en Cambados. El éxito en su especialidad ya ha quedado refrendado en eventos internacionales como el primer premio conseguido en Los Ángeles Wine&Spirit en 2010. Junto a su socio Kike López, Marta ha hecho de la sencillez, el respeto y la elegancia sus líneas de conducta para convertirse en una referencia internacional a la hora de dotar al vino de la imagen más atractiva posible.

-El vino se ha convertido en objeto de culto, pero el secreto de su trabajo está en conseguir que uno de sus principales reclamos sea la apariencia de su botella.

-Por supuesto. Queda bien en una conversación demostrar que sabes de vino y que llevas la voz cantante a la hora de elegir el vino. Para nosotros, la clave de nuestro trabajo está en intentar conseguir que se compre el vino por la apariencia. Que su imagen transmita calidad, estética, modernidad y atractivo. La imagen es decisiva a la hora de acercar el cliente al producto.

-¿Cuáles son las pautas que marcan sus diseños?

-Las líneas maestras siempre parte del briefing (informe) que te marca el cliente. A partir de ahí tratas de ensalzar las características del vino y el qué quiere destacar y porqué. Hay bodegas como Rafael Palacios que quieren resaltar su nombre en la etiqueta. Otras como Julián Chivite en cambio quieren transmitir su imagen y no tanto su tradición. Para llegar una conclusión del trabajo tenemos que saber muy bien lo que pretende esa bodega. Ahora hay muchos importadores que se dedican al tema del vino que no tiene bodega sino a la compra y venta. Nosotros trabajamos con algunos clientes ingleses que dan mucho valor a la imagen de marca.

-¿Suele acertar a la primera?.

-Normalmente no. Siempre le presentas unos diseños y unas imágenes. No le das pistas al cliente porque a partir de sus conclusiones sacamos nuestras ideas y vamos puliendo los diseños. La clave está en la primera conversación. El problema está en el cliente que te pide solo una etiqueta bonita, sin más referencias. Eso es lo más difícil.

-Pese a que es natural de Barrantes y tiene su estudio en Cambados su romance definitivo con el vino llegó en Barcelona.

-La verdad es que sí. Antes de ir ya había hecho unos carteles para la D.O. Rías Baixas y uno para marcas de Penedés y Cava. Fue en la Feria Alimentaria donde quedé alucinada. Me enamoré del mundo del vino y allí conocí a Julián Chivite que marca el inicio de mi relación profesional con el vino.

-De ahí a crear su propio estudio en Cambados ¿Cómo fue el proceso?.

-El estudio estaba montado ya. El primer encargo que tuvimos Kike y yo fue el reestyiling para Julián Chivite. A partir de ahí empezaron a llegar muchas cosas. Me abrieron las puertas desde fuera para luego entrar en el mercado gallego. Empezar con él fue lo máximo. Luego vinieron Martín Códax, Pazo de Señoráns y otras. Lo conocí por casualidad y aquello de trabajar para él nada más empezar era un poco verte superada, pero nos salió todo muy bien.

-Y poco a poco fueron llegando los premios.

-A base de mucho trabajo. reconforta ver reconocido tu trabajo. El primer año que empezamos a trabajar ganamos para la bodega Attis, de Robustiano Fariña en Dena, el primer premio de la Asociación Española de Artes Gráficas. Fue muy importante porque te premiaba tu propio sector. Poco tiempo después a esta bodega le volvemos a conseguir un primer premio con la marca Nana. El año pasado ganamos para Carlos Plaza un premio en Holanda y eso también con Paco y Lola. En ambos casos conseguimos el primer y el segundo premio.



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